LA CRÍTICA: BABYLON BERLIN - seriesycine.com

LA CRÍTICA: BABYLON BERLIN

BABYLON BERLIN

BERLIN 1929: UNA CIUDAD AL BORDE DEL NAZISMO

Julia VARELA

Babylon Berlin es una serie alemana de televisión que se estrenó en octubre del 2017 y que está formada por un total de 28 episodios repartidos en tres temporadas: las dos primeras de 8 episodios y la tercera de 12. La serie ha tenido una gran difusión y sigue teniendo una muy buena acogida internacional, hasta el punto de que se está convirtiendo en una serie de culto. Ha sido dirigida por Tom Tykwer, un cineasta ya consagrado, y por Achim von Borries y Henk Handloegten, ambos guionistas experimentados, y cuenta con magníficos actores, en especial con los dos protagonistas, pero también con un elenco de actores secundarios que interpretan muy bien sus papeles. A todo ello se añade un elevado presupuesto para su realización, una música cuidada, canciones de cabaret, y una reconstrucción esmerada de la arquitectura y de los interiores del Berlín de 1929. Las tomas en directo de seleccionados paisajes de la ciudad, y de interiores en los que transcurren acciones de la vida cotidiana, enriquecen la sensación de realidad. La clave del éxito de la serie radica también en la caleidoscópica época elegida, los locos años veinte en Berlín, que frente a los locos años veinte parisinos muestran una vertiente más compleja y mucho más dura.

El guión de Babylon Berlin está basado en la novela Der Nasse Fisch del periodista Volker Kutscher, que ha tenido también gran éxito y que en España se tradujo como Sombras sobre Berlín. Pero sin duda la trama se ha enriquecido inspirándose en otras muchas novelas y películas que tratan sobre este periodo histórico, por ejemplo, la ya clásica novela, publicada en 1980, Una princesa en Berlín obra del escritor norteamericano, que pasó su infancia en Alemania, Arthur R.G. Solmssen. Otra novela sobre el Berlín de los años veinte es Tú no eres como las otras madres de Angelika Schrobsdorff. Y Berlin Alexanderplatz, una novela muy conocida de Alfred Döblin, escrita en 1928. Entre las películas clásicas sobre las que los directores se han documentado se encuentra El ángel azul, basada en una novela de Heinrich Mann, y más reciente la película Cabaret, estrenada en 1972 y basada en la novela Goodbye to Berlin, publicada por Christopher Isherwood, en 1930. Más recientemente es preciso mencionar la serie de trece episodios y un epílogo basada en la novela ya mencionada de Döblin y estrenada por Rainer Werner Fassbinder en 1980. A partir de estos mimbres, los tres directores y guionistas se embarcaron sin duda en la ardua tarea de reconstruir una época convulsa, compleja, muy interesante, y no lo han hecho nada mal, aunque algunas veces el puzle con el que pretenden sorprender a los espectadores se les disloque un poco.

Una carrera de sorpresas en escenarios diversos

La acción transcurre durante la República de Weimar y más concretamente gira en torno al año 1929, el año del hundimiento de la bolsa. Comienza con la llegada a Berlín de Gereon Rath, un inspector de la policía criminal de Colonia que intenta investigar una red de pornografía. A partir de aquí la acción se va desplegando a modo de muñecas rusas que se cierran y se abren para hacer aparecer nuevas muñecas rusas. A un ritmo intenso se va desarrollando ante nuestros ojos una trama que nos hace ver cómo funciona la policía que tiene su cuartel general, la fortaleza roja, en Alexanderplatz: quiénes son sus mandos, las rencillas que existen entre ellos, los eficientes subalternos que trabajan a sus órdenes y aquellos que intentan socavar su buen funcionamiento desde el interior. Al igual que sucede en las novelas negras, las intrigas, el caos, el miedo y la violencia que reinan en Berlín en ese momento histórico operan como telón de fondo.

Al inspector Rath le asignan como compañero a un veterano y corrupto inspector que se las sabe todas: Bruno Wolter. Es un compañero que lo sacará de algunos apuros pero también lo meterá de lleno en otros. Rath, que padece desde su participación en la Primera Guerra Mundial una neurosis de guerra, se topa pronto con una avispada y eficaz asistente, Charlotte Ritter, una superviviente y una luchadora que proviene de un medio social muy pobre pero está decidida a llegar a ser inspectora de policía, lo que la convierte en una intrépida auxiliar. Rath y Charlotte son respectivamente el héroe y la heroína de la serie, dos protagonistas frágiles, tiernos, voluntariosos, como sacados del cine mudo.

Las escenas se suceden y hay cambios de escenario a un ritmo muy vivo. Pasamos del rodaje de una película porno muda, a una pensión, un cabaret, una reunión conspiratoria de viejos oficiales del ejército, y a tugurios de mala muerte en los que se baila, se bebe cerveza, y se comen salchichas. En medio de estas secuencias irrumpe un tren procedente de Rusia que contiene, según parece, un cargamento de oro. El oro se lo disputan un grupo de trotskistas rusos que quieren derrocar a Stalin y una duquesa rusa, Svetlana Sorokina, hija del oligarca ruso Sorokin, de cuya familia parece que proviene el oro, y cuya vida luego iremos descubriendo poco a poco. También están interesados en el tesoro la propia embajada rusa, el armenio, Edgar Kasabian y su socio Walter Weintraub, jefes de uno de los tentáculos de la mafia berlinesa, así como el amante de la duquesa rusa, un magnate del acero, a los que se suma un círculo de militares pronazis que quieren derrocar al gobierno alemán. De este círculo forman parte no solo el inspector Bruno, sino también el general Kurt Seegers, y el coronel Trochin, entre otros. A ellos se acerca el financiero Alfred Nissen para proponerles sustanciosas operaciones especulativas en un momento en el que reinaba una inflación galopante, y cuando la gente, presa de una especie de fiebre codiciosa, pedía sin cesar préstamos a los bancos y hacía inversiones temerarias para las cuales no contaba ni con recursos ni con avales. Las malas lenguas dicen que el nombre de Alfred Nissen lo inventaron los guionistas tras unir los nombres de Alfred Krupp y Auguts Thyssen, quienes representarían a las dos familias industriales más importantes de la Alemania de la época.

En el aire flota una conjura contra la República de Weimar por parte de los nacionalsocialistas. La extrema derecha en la sombra instrumentaliza a jóvenes de la S.A, para poner bombas y luchar contra los comunistas, pero también entrena, en un pueblo ruso muy cercano a Moscú, a todo un ejército paralelo que cuenta con aviones de guerra. Los conspiradores están detrás de un atentado frustrado contra el Ministro de Asuntos Exteriores con motivo de la visita de su homónimo francés. El atentado, realizado al estilo de El hombre que sabía demasiado, lo desactivó, como no, nuestro valiente inspector Rath. El malvado coronel Trochin es el instigador de la muerte del equivalente al fiscal general, August Benda, un judío honesto y progresista, que colabora con Rath para acusar con pruebas de alta traición a los golpistas.

A través de Lotte conocemos los bajos fondos de Berlín, la miseria material y moral en la que viven las familias obreras sin trabajo, la prostitución callejera y la de lujo, la inflación galopante y la pérdida de poder adquisitivo. Y a través de las andanzas de los dos protagonistas en sus pesquisas policiales y en su vida cotidiana nos vamos enterando de las imbricaciones que existen entre la política, la economía, el ejército, el periodismo, las mafias… Todo concurre a un vertiginoso desmoronamiento social, pues la República de Weimar se está desintegrando.

Berlín, convertido en la Babilonia de Occidente, era entonces un mundo exasperado, por recurrir a la expresión de la novela de José Ángel González Sainz. A una gran violencia, huelgas, atentados y muertes, se suman los excesos, el lujo, las pasiones desatadas, la vida nocturna en donde se mezcla la prostitución con el alcohol y las drogas. Ante nosotros vemos pasar a comunistas, socialistas, nazis, mafiosos, matones a sueldo, bailarinas, actrices de cine mudo, prostitutas de lujo, homosexuales, lesbianas, personajes bohemios, periodistas… Nuestros dos protagonistas, a veces juntos, y a veces separados, bailan a ritmo de swing, charlestón y jazz, hasta la extenuación en el reconstruido Moka Efti, una de las salas de fiestas más famosas de Berlín, en medio de una especie de frenesí generalizado. Es también en esta resplandeciente sala art nouveau donde transcurren algunas de las escenas más brillantes de la serie pues se muestran las actuaciones de la duquesa Sorokina, convertida en un ser andrógino con bigote, que canta canciones melancólicas de moda acompañada de una estupenda orquesta.

Los directores de la serie hacen gala de un extenso conocimiento del mundo cinematográfico, y hay numerosas referencias al cine, incluido el cine mudo. De hecho, los dos protagonistas principales son muy expresivos. Gereon Rath es un actor que recuerda en parte a Buster Keaton y podría ser una especie de Marlowe moderno, pues también recibe muchos golpes y no se arredra ante las dificultades. Por su parte Charlotte Rither, Lotta, se muestra como una luchadora infatigable, un interesante personaje femenino, sensible, valiente y amante de la justicia… Sin duda los dos protagonistas, tienen algo de héroes perplejos surgidos de la sombra del expresionismo alemán. Y aunque en la serie no aparecen ni cuadros ni dibujos de Otto Dix o de George Grosz, su estética cuidada la perciben de algún modo los espectadores.

Entre los muchos personajes que aparecen en Babylon-Berlin hay algunos que son especialmente interesantes. Me voy a limitar al periodista Samuel Kaltenbach, que realiza periodismo de investigación y está a favor del gobierno socialdemócrata, así como a Heymann, editor jefe del periódico Tempo, que se juega la vida en defensa de la libertad de prensa. A través de ellos conocemos el difícil papel de la prensa independiente y los ataques que sufrieron protagonizados por jóvenes descerebrados de la S.A. Juegan también papeles relevantes el simpático y homosexual fotógrafo de la policía, colaborador de Rath y de Lotta, o el Jefe de la fortaleza de policía, apodado el Buda, que además de estar enterado de todo, cómo es su obligación, es un personaje simpático que toca el acordeón. Y por lo que se refiere a los personajes femeninos destacan Greta, la amiga de Charlotte, que participa engañada en la muerte de Benda y muere decapitada. También son personajes muy bien caracterizados Helga, la cuñada y amante de Rath con la que tiene un hijo, Esther Kasabian, bailarina y esposa del Armenio, que jugará un interesante papel en la tercera temporada, y, en fin, la astuta Elisabeth, en cuya casa se hospeda un tiempo Rath y el periodista Samuel Kaltenbach,

¿Cómo explicar la institucionalización de la barbarie?

La serie, pese a los aciertos subrayados hasta aquí, entre los que está también mostrar los devastadores efectos de la primera guerra mundial en otros soldados y no solo en el protagonista, no carece de debilidades. A mi juicio se abusa de los efectos especiales en algunas de las escenas más espectaculares, lo que no deja de ser sin duda una concesión a la galería. Los excesos pueden observarse en la escena de la caída al río del coche en el que Rath y Lotte trataban de alcanzar al vagón del oro, y sobre todo en el duelo que tiene lugar entre Rath y Bruno, caminando por el techo de los vagones del famoso tren, escena un tanto anacrónica que nos traslada a los grandes duelos del oeste americano. En la serie funciona como un pegote. También suena un poco impostado el recurso al fantasma de la ópera, cuando son asesinadas las dos primeras actrices protagonistas de Demonios de pasión, la primera película sonora producida por Kasabian y su socio Walter, y que terminará siendo salvada por Esther Kasabian.

A mi juicio se pueden percibir algunas otros fallos del guión, como por ejemplo la locura del jefe del laboratorio de identificaciones de la policía, así como el papel excesivo concedido al hipnotizador y terapeuta que aparece en numerosas escenas. Sin duda las alusiones al psicoanálisis, a la hipnosis, al espiritismo y a la telepatía, tienen que ver con las neurosis de guerra, con la propaganda, con la sugestión de masas y con el proyecto de conseguir el hombre nuevo al que se hace referencia, al hombre máquina y a la mujer robot, pero no está clara la finalidad en la serie de esta persistente narrativa que parece más un recurso efectista que una propuesta bien pensada. ¿Intentan decirnos indirectamente que Hitler fue una especie de hipnotizador de masas que se sirvió de la psicología social para atraer a los alemanes a su campo?

En el Berlín de 1929, cuando se produjo la debacle de la bolsa se estaba gestando la llegada de Hitler al poder en las elecciones de marzo de 1933. Como es bien sabido durante la campaña tuvo lugar el incendio del Parlamento, y el partido nazi obtuvo casi el 44% de los votos. Somos muchos los espectadores que esperábamos de Babylon-Berlin nuevas pistas para tratar de explicar cómo fue posible el nazismo, por qué una buena parte del pueblo alemán aceptó la implantación desde el poder político de la barbarie, o miró para otro lado. Quizás la fuerza y la debilidad de la serie radica en que los directores se han enganchado a un enigma histórico y nos proporcionan algunas claves para resolverlo, pero esas respuestas siguen siendo insuficientes.

* Babylon Berlin se puede ver en Movistar.

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